Esta
entrevista fue realizada por Richard Sabogal, director de Negro Sobre blanco
Editores.
Confiesas a tus lectores que Rubia es
tu opera prima ¿cómo ha influido en tu
vida esta novela ganadora del Premio Grupo Nelson Ficción 2009? ¿Cómo nació?
Desde
el momento en que esta historia se coló entre mis dedos pensé en ella como mi
niña Rubia. Yo ya era padre de dos niños, Efraín y Benjamín, y sabía lo
complicado que resulta la experiencia de enfrentar el compromiso y la responsabilidad
de la paternidad cuando uno decide asumirla e intenta cumplir con el rol de
padre orientado a la construcción de un escenario ideal para que los hijos
puedan desempeñarse como ciudadanos y humanos sanos. El asunto es que sabía que
en un mundo en el que las editoriales (en su mayoría) prefieren representar
nombres conocidos, y no ayudarlos a forjarse, tocar las puertas sin un nombre
sonado, y con una novela de la que nadie sabe nada, era una empresa utópica.
Escribí
a Rubia tres veces, pudiéramos decir que las dos primeras fueron abortos no
deseados. Es doloroso cuando con ilusión esperas el nacimiento de tu niña y de
repente te das cuenta que algo anda mal y no verá la luz del amanecer. Así me
sucedió. De la primera versión nadie nunca supo nada, la segunda la compartí
con unos amigos y un año después sentí vergüenza de lo que había escrito; ese
segundo intento se había llamado “Rubia y los ojos del abuelo”. En el año 2008
me entero de un concurso convocado por un grupo editorial norteamericano con
una división orientada a la América Latina con sede en México. Con seis meses
de anticipación vuelvo a escribir “Rubia”. Esta vez decido una pausa y me
pregunto ¿por qué quiero traer a esta niña al mundo? Y la respuesta me
sorprendió. ¿Tengo que compartir la respuesta?
Lo
haré, pero no me culpes si decido callar algunos detalles de la respuesta.
Me
descubrí como parte de la historia de Rubia, me vi reflejado en sus agonías y
melancolías. Recordé mi adolescencia en una plaza de pueblo, mirando a lo
lejos, inconforme con el presente y temeroso del futuro, avergonzado de
episodios de mi pasado. Y me vi en sus padres, angustiados, a la expectativa
frente al crecimiento de la niña; me vi en el abuelo, victima de su propia
cólera, con ganas de cambiar su destino y con poca fuerza de voluntad para
lograrlo. Me vi en cada personaje secundario, en el adolescente aventurero, en
el “Gabriel” que intenta reconciliar su presente y pasado; incluso me vi en la
niña Cristal, la esperanza de una nueva historia. No sé si esté bien
confesarlo, pero cada personaje en esta novela es un reflejo de mí desde un
ángulo distinto.
Cuando
la novela queda finalista en el Premio Grupo Nelson Ficción 2009 supe que ese
era su grito de nacimiento. Tú sabes, ese grito que sigue a la nalgada del
médico cuando te recibe la vida. Desde entonces ha sido una aventura caminar
con ella. Si aquel fue su grito de nacimiento, la publicación con el apoyo y
respaldo de NsB ha sido su primer paso.
¿Hay algo particular en esta obra y
que nunca has confesado? ¿Rubia es una historia real?
Creo
que ha llegado la hora de confesar. En los últimos meses me han hecho confesar
algunas cosas sobre mi niña. Estoy pensando qué es lo más particular que en
otra entrevista no diría y aquí va: aunque Rubia se centra en el personaje que
lleva ese nombre, aunque la obra la inspiró una historia real que es la suya, el
momento en que pensé “quiero escribir esta historia” no fue al escuchar el
hecho central que me inspiró a escribirla.
La
decisión nació en otro momento. ¿Debo confesar en qué momento?
Un
día martes de un mes de diciembre. Entré en una habitación oscurecida por la
tarde que ya caía, en un rincón de la habitación vi una cama y sobre ella un
hombre de cincuenta y tantos años envejecido prematuramente por una
insuficiencia renal y “culpa crónica”. El tipo abrió sus ojos, que alguna vez
fueron de color azul vivo, y en el lugar de sus ojos un vacío y agonía
relampagueaban. Me apuntó con su vacío y agonía y no sé si logró observarme,
pero yo sí pude verlo y entonces me dije: “voy a escribir la historia”.
¿Crees que un acto tan ruin como el
que narras en Rubia merezca perdón?
Uno
suele hablar del perdón y sus beneficios, pero cuando lo preguntas así y bajo
el contexto de Rubia, provoca pensarlo mejor.
Creo
que nosotros mismos merecemos perdonar. El mensaje de perdón de Rubia no va en
ese tono fantástico que se usa para explotar las emociones y hacer sobresalir
el valor de algunas creencias. De hecho, podría decir que no hay mensaje de
perdón (a pesar de que algunos lectores confiesan haber encontrado uno). Allí hay hechos, agonías, redención en
términos de la práctica de nuevos intentos. Así que hoy me permitiré en esta
entrevista confesar otra particularidad: no se trata del perdón al viejo de la
historia, se trata del perdón hacia uno mismo por no ser valiente para
perdonar.
Rubia es la primera novela de una
trilogía, ¿De qué trataran los otros dos tomos?
Eso
es una primicia. Como te dije hace rato: “Rubia es inspirada en un hecho real,
y en ella se cruzan diversas historias y queda un camino abierto hacia otras
más”.
Debo
confesarte que la decisión de la trilogía era una idea tímida. Lo conversé con
la editorial presentándole el esquema de lo que serían las otras dos historias
y así se consolidó como una decisión. Los dos tomos pretenden cerrar el círculo
abierto con la historia de Rubia y continuar el trayecto del destino del pueblo
en el que se desarrolla su historia. Quedan leyendas por contar.
El
segundo tomo es “Gabriel”, en él se cuenta la historia de ése personaje que
llegó a devolverle la alegría a Rubia en su adolescencia y tuvo que desaparecer
para “reconciliar su pasado y presente y así vencer sus demonios”. Este segundo
tomo no es una continuación sino una obra complementaria. Corre en el mismo
tiempo que se desarrolla la historia de Rubia y llega al mismo final (deberán
leer el prefacio de Rubia para entenderlo).
El
tercer tomo es “Cristal”. Cristal es una antítesis de Rubia, ésta sí es una
continuación, quienes han leído mi obra ya saben que Cristal es el nombre de la
niña de Rubia y que al final “mira fijamente a Gabriel, y con su manita, alcanza
la suya y le acerca hasta la orilla del río donde tiene sus montañitas de
tierra…”.
La
entrevista también se publicó en Negro Sobre Blanco On Line, en el Impreso deNegro Sobre Blanco y en ArtGerust.
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